martes, 7 de enero de 2014

Grano a grano seremos avalancha

En los orígenes del movimiento obrero la única fuerza que teníamos era la unión. Con mucha lucha, con muchas muertes y con muchas penurias se consiguió dotar a la clase trabajadora de una base legal y derechos. Así se consiguió poder hacer huelgas, una legislación laboral, juzgados específicos de lo social y sobre todo la legalización de sindicatos y del movimiento obrero en general.

Quizás todos esos logros han conseguido con el tiempo domesticar el movimiento obrero, ya que han logrado que su principal fuerza, la unión, se deshaga. Si antes había despidos todo el personal de la empresa se unía a luchar, entre otras cosas porque se pensaba que hoy por ti mañana por mi, si los hay ahora, al haber una legislación y unos juzgados donde acudir, la gente lo que piensa es que se cumple la ley. Pero que se cumpla la ley no significa que se haga justicia, que un despido siga los cauces legales no significa que sea justo.

Las grandes multinacionales, que son las herederas de la clase alta antigua, cambiaron las pistolas que se usaban para matar a quien encabezaba el movimiento por la difamación en los medios de comunicación, que controlan de una u otra forma, por comprar a quién se vendía y por modificar las leyes. Además usan una ciencia, la economía, por la que nos cuentan que la única forma de prosperar es seguir las tesis neoliberales. Sin embargo, su mayor logro ha sido dividirnos, con nacionalismos absurdos, con que tengamos la ilusión de poder lograr ser parte de su clase y con las armas que hemos explicado.

También nosotros y nosotras tenemos parte de culpa, ya que hemos dejado muchas veces que otras personas se ocupen de la política y del sindicalismo, sin implicarnos o haciéndolo levemente, dejando que quien se dedica a aprovecharse para su propio beneficio controlen algo que debería ser de todos y todas.

Pero todavía estamos a tiempo, a tiempo para unirnos y, grano a grano, formar una avalancha de cambio, a tiempo para regenerar el sindicato con lealtad a los principios sindicales y no a las personas que nos la piden para mantenerse en el cargo, a tiempo para un cambio social y de valores para que el dinero y los beneficios no sean el principal objetivo de las personas. Por ello, estamos a tiempo de regenerar la UGT, ¡ánimo ugetistas! 

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